El Día Internacional del Trabajador, conmemorado cada 1 de mayo, es mucho más que un simple feriado; es un día cargado de historia, simbolismo y lucha por los derechos laborales. Su origen se remonta a los trágicos sucesos de Chicago en 1886, un evento que marcó un punto de inflexión en la historia del movimiento obrero a nivel mundial. La conmemoración del 1º de mayo no es una celebración alegre y festiva en su esencia, sino un recordatorio constante de la lucha por la justicia social y las conquistas laborales obtenidas a través de la resistencia y el sacrificio.
A finales del siglo XIX, la situación de los trabajadores en Estados Unidos era precaria. Jornadas laborales extenuantes de hasta 18 horas eran la norma, con salarios miserables y condiciones de trabajo deplorables. La «Noble Order of the Knights of Labor», una importante organización sindical de la época, impulsaba la campaña por la jornada laboral de ocho horas, un reclamo justo que se enfrentó a la férrea oposición de los empresarios. Esta discrepancia fundamental entre las aspiraciones de los trabajadores y la intransigencia patronal generó un ambiente de tensión social que culminaría en la violenta represión de una manifestación en Chicago.
La huelga convocada en Chicago en mayo de 1886, con el apoyo de miles de trabajadores de todo el país, pretendía forzar la adopción de la jornada de ocho horas. La empresa McCormick, sin embargo, se negó a ceder, lo que provocó una concentración de trabajadores en los alrededores de su fábrica. La respuesta de la empresa fue la represión policial, que desembocó en una serie de enfrentamientos violentos durante varios días. El 1 de mayo, la policía abrió fuego contra los manifestantes, causando numerosas víctimas mortales y heridos. Los días siguientes, las protestas continuaron, encontrando la misma respuesta brutal por parte de las fuerzas del orden. El 4 de mayo, un evento que se conoce como el «atentado de Haymarket», marcó un punto culminante de la represión. Una bomba explotó en medio de una manifestación, aunque su autoría nunca se esclareció definitivamente. Este hecho fue usado como pretexto para un juicio contra varios líderes obreros, conocidos como los «Mártires de Chicago», quienes fueron condenados injustamente, en su mayoría, a la pena de muerte o a trabajos forzados.
La brutal represión en Chicago tuvo una resonancia internacional. La indignación generada por la violencia contra los trabajadores y el juicio injusto a los «Mártires de Chicago» impulsó la consolidación del movimiento obrero a nivel global. La lucha por la jornada de ocho horas se convirtió en un símbolo de la reivindicación de los derechos de los trabajadores. Este movimiento internacional, que buscaba mejores condiciones laborales y una mayor justicia social, encontró un punto de convergencia en la conmemoración del 1 de mayo como un día de lucha y recuerdo.
Treinta y tres años después de los sucesos de Chicago, en 1919, la recién creada Organización Internacional del Trabajo (OIT) propuso la adopción universal de la jornada de ocho horas y la semana de 48 horas. Tras un extenso debate, la propuesta fue finalmente aprobada, consolidando el 1 de mayo como el Día Internacional del Trabajador.
En conclusión, el 1 de mayo no es una fecha de celebración banal, sino un día de conmemoración de la lucha histórica por los derechos laborales. Es un recordatorio del sacrificio de aquellos trabajadores que lucharon por condiciones de trabajo justas y dignas, y un símbolo de la solidaridad obrera a nivel mundial. La conmemoración del 1 de mayo nos invita a reflexionar sobre las conquistas alcanzadas y a seguir trabajando por la justicia social y la igualdad de oportunidades para todos los trabajadores. Los sucesos de Chicago de 1886 nos recuerdan que los derechos laborales no son un regalo, sino el resultado de una lucha constante y la necesidad de mantener la vigilancia para protegerlos y ampliarlos.